A Zoe le cambió la vida Justin Bieber. No por sus canciones, ni por su apariencia, sino más bien pues, a sus doce años, el fanatismo de Zoe por el vocalista canadiense la llevó a descubrir el fan-fiction. La pasión por este género de literatura la inspiró a comenzar a redactar sus historias. A sus diecisiete años, Zoe tiene una novela terminada y múltiples en proceso.
“Justin Bieber cambió mi vida. ¿De qué forma? Me abrió las puertas a un planeta maravilloso: el de la literatura”.
Con esas palabras, la estudiante de la Escuela de Comercio número veinte del distrito porteño de Villa Rizado concluyó su charla motivacional en frente de un auditorio colmado. quinientos cincuenta enseñantes y estudiantes la escucharon el pasado abril en la Usina del Arte. La conversación, corta, embriagadora, chistosa, fue dada en el conocido formato de hablas TED, una iniciativa que empezó en E.U. con el propósito de fomentar “ideas dignas de difundir”.
Zoe es una de las ocho.500 de estudiantes alrededor del país que participa de los Clubes TED-Ed, un programa que busca conjuntar la innovación de las conversas TED con el proceso educativo en las escuelas. Su objetivo: convertir la educación.
La idea de agregar la plataforma TED al sistema educativo brotó en dos mil catorce, después de que los organizadores de TEDx Río de La Plata, la conferencia anual de TED en la ciudad de Buenos Aires (y la más grande del planeta), se diesen cuenta del impacto que la plataforma podría tener en las salas de las escuelas secundarias.
“En Argentina, vimos que muchos enseñantes comenzaban a sujetar nuestras conversas TED y emplearlas como material educativo en las aulas”, cuenta Ariel Hache Merpert, una parte del equipo de TEDx Río de La Plata. “Al mismo tiempo, los oradores nos comenzaban a decir que los que más habían alterado en el proceso de dar la conversación eran , pues se les ocurrían ideas nuevas y creaban narrativas congruentes para su proyecto”.
Fue como en dos mil quince, el proyecto Clubes TED-Ed se lanzó como prueba conduzco en ocho escuelas de la Urbe y Provincia de la ciudad de Buenos Aires.
“Al final de ese primer año, observamos que los enseñantes contaban que jamás les había pasado algo de esta manera. Jamás se habían sentado con sus estudiantes a preguntarles lo que les interesaba. Y habían terminado produciendo un producto colectivo que cambió la activa y los vínculos entre los enseñantes y estudiantes”, cuenta Merpert.
Desde ese momento, la red de clubes se ha expandido a todas y cada una de las provincia. Son ya cuatrocientos escuelas, entre públicas y privadas, más centros educativos alternativos, que participan de la iniciativa.
A través del sitio de Clubes TED-Ed, enseñantes y directivos interesados en crear un taller en sus escuelas postulan para formar parte de la iniciativa, percibir un plan general de trabajo, y participar de capacitaciones virtuales y presenciales. Si bien el vínculo se produce independientemente entre las escuelas y TED, la iniciativa cuenta con el auspicio del Ministerio de Educación Nacional, que apoya a los enseñantes para acudir a las capacitaciones presenciales.
“La educación secundaria en Argentina está en crisis, todos están conformes, enseñantes, políticos, directivos. No cabe duda de que una parte de esa crisis es el vínculo entre los estudiantes y los enseñantes. Hay una necesidad de algo que asista a que eso mejore un poco”, mantiene Merpert. Y pretenden justamente ser eso, aportar herramientas para prosperar ese vínculo.
Los Clubes TED-Ed tienen una activa más relajada que una clase normal. Foto: TEDx Río de La Plata.
Los Clubes TED-Ed tienen una activa más relajada que una clase normal.
Foto: TEDx Río de La Plata.
Es viernes a la tarde en el Instituto Parroquial Juan XXIII, en San Isidro. En el segundo piso de la escuela, en una extensa sala, se halla un conjunto de diez estudiantes de sexto año y 3 maestros. Pese a que la jornada escolar concluyó al mediodía, este conjunto decidió quedarse para participar del Club TED-Ed que ofrece la escuela como actividad extracurricular.
Los Clubes TED-Ed se organizan en todos y cada escuela en una serie de encuentros semanales, en los que los estudiantes desarrollan una idea propia y aprenden a comunicarla. Estos encuentros, facilitados por maestros de exactamente los mismos institutos, se hacen en un plazo de tres meses y tienen 3 etapas: inspirar, edificar y comunicar.
En el caso del Instituto Parroquial Juan XXIII, el taller está facilitado por un conjunto interdisciplinario de 3 maestros: Inés Herrera Vegas, maestra de filosofía, Javier Simonte, maestro de capacitación cristiana, y Gustavo Peregrina, sicólogo del instituto.
Después de haber escuchado sobre la iniciativa por medio de sus redes, Peregrina le planteó al directivo del instituto crear un Club TED-Ed en la escuela. Tras tener una experiencia triunfante el primer año, este es el segundo año en el que se organiza el taller.
Para los maestros implicados, la riqueza del club se halla no tanto en la conversación en sí, sino más bien en el proceso que los estudiantes y maestros comparten para llegar hasta la conversación.
“Es riquísimo el vínculo que se produce. Mostras cosas tuyas y conoces a los chicos de una forma que en la clase no se da”, afirma Herrera Vegas. “Los chicos se sienten escuchados, cuentan cosas que ni tan siquiera sus compañeros sabían. Se aprecia asimismo en mis clases de filosofía. Se animan a participar más y a decir cosas que ya antes no me decían”.
Los estudiantes que participan del taller asimismo reconocen este valor.
“Me di cuenta que el instituto ayudaba a los pupilos a tener un espacio para poder charlar o dar charlas motivacionales, enseñar y contar una idea que tengan. Está bueno que te puedan dar el espacio para hacerlo”, afirma Ramiro uno de los estudiantes que a sus diecisiete años decidió quedarse esta tarde para participar del taller.
Otro impacto que aprecian tanto los maestros como los estudiantes que participan del taller es la creciente confianza que tienen los pupilos para expresarse públicamente.
“Quizás ya antes me guardaba algún comentario en clase pues me parecía imbécil, que carecía de sentido. Mas ahora me doy cuenta que cuando comparto algo mis compañeros me escuchan y me felicitan. Eso cambia mucho”, afirma Joaquín, otro de los estudiantes del taller.